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Entrevista a Carolina Díaz, Narradora Oral

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En el Día Mundial de la Narración Oral te presentamos a Carolina Díaz, narradora oral de vasta trayectoria y actual miembro del Círculo de Narradores Orales de Chile.

Carolina es artista escénica con 24 años de experiencia profesional, que desde el año 1997 se acerca al oficio de cuentacuentos, principalmente al ser invitada al espectáculo de cuentos y música “Cuentos subversivos. Cuentos de Benedetti” junto a Toño Suzarte (1997) y “Ronda de cuentos. Canto a Gabriela Mistral” (1998) para público infantil y dirigido por Suzarte. Esos primeros años también se dedica a contar principalmente leyendas andinas de la zona de Tarapacá (su región de origen). Desde ese entonces, Carolina se ha presentado en escenarios tan diversos como bibliotecas, centros culturales, juntas de vecinos, jardines infantiles, bares, ferias de libro de diversas regiones del país y festivales en Chile, Bolivia, Argentina y Cuba.

Conoce más sobre su historia, a continuación:

¿En qué momento tomas la decisión de ser narradora oral?

Era el año 1997 y estaba trabajando en una obra de teatro dirigida por Hugo Medina y escrita por Toño Suzarte. Hugo nos dijo que en un momento de la obra íbamos a salirnos de nuestros personajes, salir del espacio escénico y acercarnos separadamente a un grupo del público. Éramos 7 actores y actrices, la obra estaba pensada para ser realizada en espacios amplios a un público numeroso. Cada uno debía acercarse a un grupo del público y contarles un cuento. Así que ahí cada uno debió buscar un relato y prepararlo. Yo tenía dudas ¿cómo contarlo? ¿cómo los cuentacuentos? Me daba un poco de vergüenza, porque estar frente a público sin la “protección” del personaje era muy expuesto.

Me acordé de cuando tenía unos 12 años, en los últimos tiempos de la dictadura, fui con mis tías a un acto político-artístico clandestino a la vuelta de mi casa. Había una pintura que representaba a Neruda, en esa estética de la época (pintura negra, lienzos, muy sencillo y de trazo grueso). Hablaron contra Pinochet, dieron testimonios de familiares de detenidos desaparecidos, de las torturas y se presentaron algunos cantantes y un hombre contó un cuento. Recuerdo que mis tías me dijeron que eso era como el radio teatro. Posteriormente yo entendí que era otra cosa.

Volviendo a la obra de teatro, cada uno preparó su cuento y lo ensayó. Hugo tenía mucha influencia de la comedia del arte y mucha afición por la juglaría, por lo que él motivó la experiencia desde esa tónica. Después de los primeros ensayos, Toño Suzarte me invitó a participar con él en uno de sus espectáculos donde contaba cuentos y cantaba poemas de Mario Benedetti y canciones de su propia autoría. Ahí se instaló la inquietud. Continué en búsqueda de cuentos, pero no me sentía una narradora de cuentos sino hasta el año 2003 (seis años después) en que hice mi primer unipersonal de narración oral y eso fue para mí como mi graduación en el oficio. Es decir, una búsqueda y preparación de seis años. Por mi formación de actriz, tenía mi voz educada y también el trabajo expresivo gestual, de transmisión de emociones, sin embargo, tenía que buscar transmitir imágenes sin actuarlas y tuve que buscar mi forma de contar sin ser otra y al mismo tiempo siendo otra. Eso es lo que me sucede y de acuerdo con lo que he estudiado y leído de colegas de la narración, también les ocurre: al contar somos una de las versiones de nosotros “elevada” al espacio escénico.

¿Cómo crees que ha cambiado respecto al presente?

Desde ese tiempo hasta ahora ha cambiado en cuanto a que muchas/os nos hemos agrupado, asociado para y en pro del gremio. También ha ocurrido que al parecer somos más. Otra cosa importante es que nuestra disciplina ha logrado salir del teatro y es considerada como independiente en la Ley de Artes Escénicas, lo que significa un reconocimiento formal a este oficio/profesión.

¿Qué es lo que más disfrutas de tu oficio?

Lo que más disfruto de contar es que me siento libre y siento que tengo espacio para lanzar mi voz al mundo y soy escuchada y al mismo tiempo recibo un gesto, una palabra que abre el diálogo y la reflexión.

¿Cómo podríamos aventurarnos a contar la historia de la narración oral en Chile?

Creo complejo aventurarse a dar “la historia” de la narración oral en Chile, porque ¿de qué hablamos? ¿de la historia en la nación o en el territorio? ¿incluimos las experiencias de los pueblos originarios? ¿solamente nos referiremos a la práctica en contextos de lo contemporáneo?

Me preocupa contar la historia desde una perspectiva en que sólo lo actual es, o que sólo lo de los últimos 30 años es la profesión, cuando contar cuentos es una práctica tan antigua como el lenguaje. Entiendo que dedicarse a esto como una práctica artística no es tan antiguo, pero ¿es así? ¿podemos realmente aseverar que los pueblos originarios no tenían espacios de esparcimiento en donde estaba incluido el contar cuentos y una persona a cargo de ese rol?

Ahora, sí hay hitos. Sabemos de inicios de los años 90 narradores que contaban en el bar La Casa en el Aire. También está el hito de la última década comandada por la Fundación Mustakis. Los últimos seis años las acciones levantadas por CINOCH, han sido fundamentales para que seamos una disciplina reconocida por el Estado de Chile a través de la Ley. Pero quedarnos sólo con esos hitos, que sin duda son muy relevantes, es ver la historia en modo sesgada y desconocería las prácticas de narradores anónimos que no pertenecieron a ninguno de esos circuitos, ni eran de la zona central del país y que incluso probablemente ni se llamaran a sí mismos “narradores orales”, pero que sí hacían lo mismo que hacemos nosotros hoy.

Hoy, en regiones como Valparaíso, Tarapacá, Parinacota o en Los Lagos y el sur de Chile, hay agrupaciones dedicadas al fomento de la Narración Oral, se organizan eventos, encuentros, festivales, conversatorios, que surgen desde la inquietud local de los artistas que habitan esas zonas, que tienen diversas formaciones en la disciplina y están haciendo historia también, del mismo modo que en otros circuitos de la capital hay artistas dedicados a la promoción y son menos conocidos.

Sabemos que la narración oral es también una gran herramienta para la educación y el fomento de la lectura especialmente en niños y niñas y adolescentes, ¿cuáles cruces y desafíos existen en este ámbito?

Sí, los cuentos son una herramienta o instrumento aplicable a la educación y que ha sido usada también desde tiempos pasados, ya sea educando en valores, en contenidos y también como mediación para la lectura de determinados textos. Me parece relevante darle ese uso instrumental al servicio de la educación, sin embargo, también me parece que el desafío está en ofrecer la experiencia estética, el disfrute de un espectáculo de cuentacuentos realizado por profesionales dedicados al oficio. Porque sí, no podemos negar sus cualidades aplicables a la educación, pero tampoco debemos robarle lo esencial, que es la magia, el viaje, la conmoción, la sensibilidad y tantos otros efectos que tiene la instancia de compartir un cuento. Pienso que la falta de interés por las literaturas (hablemos en plural, pues existe en diversas formas: oral, escrita, dibujada, etc.) está de algún modo relacionado con esa obligación de leer y no de disfrutar de leer. Pienso que el desafío es incluir en contextos educativos la educación/formación de espectadores, de participantes de espectáculos, de personas que ven en las actividades artísticas un bien valioso, que les muestra el mundo, les interpreta la humanidad en sus defectos y virtudes y nos lleva a la reflexión, a mirarnos y querer ser mejores.

Trabajo y enseño a aplicar artes escénicas en educación y en otras disciplinas, pero me parece que debe ir de la mano con la experiencia del hecho artístico, ya sea como espectador o practicando una disciplina artística, en este caso narración oral.

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